No es sencillo ser árbitro. Menos en el básquet. Se necesita de una vocación y amor por la actividad muy profundo para exponerse a situaciones límites en cada segundo, sin hinchada propia y expuestos a la subjetividad del resto, sabiendo además que no existe el partido perfecto y que el error es una situación que hay que tratar de evitar, pero con la que inexorablemente hay que aprender a convivir y sobrellevar.
Y en esa profesión, esa elección de vida, a veces los límites se cruzan con las agresiones verbales o las físicas, algo inexcusable, repudiable, y que se debe erradicar de las canchas.
Raúl Olivero es un árbitro santafesino con extenso recorrido en el básquet y que meses atrás sufrió una agresión de parte de un jugador en un partido del certamen local. Los golpes dejaron huellas físicas y de las otras, ya que el popular “Tacuara” estuvo un largo tiempo sin dirigir, hasta que, resiliente pudo entender, comprender que todo pasa, y que uno no puede negarse lo que disfruta. Y decidió volver, primero en un partido de urgencia como reemplazo, y este domingo, ya de manera oficial para el cuadrangular U18 que se llevará a cabo en San Javier.
Olivero charló con profunda sinceridad y apertura con Febasantafe.com.ar sobre el camino recorrido desde aquellos primeros días de noviembre de 2021 cuando fue agredido fue Renzo Mustazza en el duelo entre Adelante de Reconquista y Centro Deportivo Calchaquí.
“Estoy contento con regresar a la actividad, y lo hago recién ahora porque me siento preparado y me dieron ganas, además de hacerlo en un torneo de la Federación, que estuvo de manera permanente presente con llamados tanto de los dirigentes como de la organización para que me reintegrara cuando me sintiera listo”, admite Olivero, quien pudo sanar de las heridas psicológicas, que muchas veces tardan más en cicatrizar que las físicas.
“Estuve mucho tiempo con miedo, no era tanto temor a la gente o a que me vuelva a pasar una agresión física en una cancha, sino que pasaba por pensar que alguien se podría burlar de mí. Me habían dicho que era un proceso interno que iba a tener que recorrer, y fue así”, explica Tacuara, quien estuvo algunas veces a punto de volver a una cancha, pero se arrepentía a último momento: “Me pasó de tener armando para ir a ver algún partido del Federativo o a algún amigo, pero después no quería salir de casa. Y para dirigir era algo similar, llegado el momento veía que no iba a poder ir. No la pasé bien. Mi mujer y mis hijos me veían mal, llorando, estaba muy frágil”.
A lo largo de 36 años en el arbitraje, Olivero debió aprender a surfear como casi todos los jueces con los gritos y algo más de los estadios, pero nunca había vivido una situación tan crítica como la de noviembre: “Nunca me habían golpeado. Uno está acostumbrado a las protestas y aunque no debería ser así es como que los insultos ya ni los escuchamos. Por eso cuando lo vi venir nunca pensé que me iba a pegar, porque además se trata de un chico al que dirigí desde mini básquet”.
Más allá de la acción legal que sigue su curso, Olivero reconoció que tanto el jugador como su familia le pidieron disculpas: “Yo no tengo nada de qué disculpar al padre, y al jugador se las acepté”.
El único costado positivo de la historia fueron las muestras de afecto y apoyo recibidas por Olivero tras la agresión: “Quiero dar un enorme agradecimiento a todos los que me apoyaron, me ayudaron y estuvieron conmigo desde ese momento. Familia, amigos, entrenadores, árbitros, jugadores, periodistas. Fue una locura de mensajes impresionante y llegaron desde todo el mundo porque la noticia lo recorrió”.
Uno de los llamados fue de Andrés Álvarez, juez que apenas unos días después fue perseguido en La Plata por el jugador José Luis Pappalardi, pero que pudo salir de la situación al correr y salir de la cancha: “Hablamos algunas veces, los dos hechos se dieron muy juntos en el tiempo”.
Olivero se mantuvo trabajando como presidente del Colegio de Árbitros de la Reconquistense, con muchos planes y capacitaciones en el horizonte, y para este triangular en San Javier va con Jorge Lanas como comisionado e Iván Méndez como compañeros: “Ya acordamos hora de salida, quien lleva el mate y los bizcochos, porque tenemos varios kilómetros de viaje desde Reconquista”.
Sanó y se reencontrará con su pasión en un volver a empezar.
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