Dicen que el calor se sintió fuerte bajo el techo del estadio, pero que cada gota de sudor derramada jugando al básquet fue tomada con alegría.
Dicen que los vecinos del club ya no se quejaron del ir y venir de pibes o del ruido de pelota picando todo el santo día.
Dicen que a los padres y madres no les costó casi nada de esfuerzo levantarse, tomar el auto y arrancar viaje hacia una ciudad que no conocían, en un capítulo más de una aventura de turismo deportivo que bien valdría la pena reflejar en uno de esos programas de cable.
Dicen que los chicos y chicas jugaron como siempre, o con más ganas, que ganar o perder tiene la misma importancia para ellos, pero que cuando hay un fallo adverso se enojan más los de afuera que los de adentro. Será que los pibes y pibas son más tolerantes al error que los grandes.
Dice que el básquet de Santa Fe nunca se fue, que estuvo esperando durante las restricciones de la pandemia, y que volvió más fuerte que nunca en estos meses intensos de competencia.
Y tal vez el mejor ejemplo haya sido este feriado largo, en el que el descanso fue el básquet, en el que las vacaciones fueron el básquet, en el que el despejarse fue el básquet. En el que todo fue básquet.
Liga Provincial de Mayores masculina, Liga Provincial de Mayores femenina, Provincial U13 masculino, Provincial U13 femenino, Federativo U17 masculino, Federativo U17 femenino, Federativo U15 Femenino, encuentro de mini. ¿Algo más? Sí, competencias locales y seguramente decenas de cosas que se nos olvida nombrar. Más de 70 partidos compactos en cuatro días para no interferir en el lógico andar de las escuelas y responsabilidades laborales.
Después de dos años muy complicados, en los que la prioridad fue frenar la pelota, impedir su salto para cuidarnos, estos meses son de regocijo y estos fines de semana apoteóticos, caóticos de programaciones pero repletos de básquet son el premio a tanto sacrificio. Sigamos jugando.
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