“Fue una temporada increíble. Fue tremendo lo que hicimos y quedó en evidencia con los resultados, porque pasa muy pocas veces que un mismo equipo gane la Copa Italia y el campeonato. Y también tiene otro sabor, porque en una temporada tan rara, sin gente en la cancha, se hizo duro encontrar la motivación y se extrañaba ese clima. Pero en lo deportivo fue increíble, perdimos sólo tres partidos”, cuenta Vico, conocedor del perímetro, dueño de toda una gama de amenazas para la defensa adversaria y uno de los que suele tirar del carro del equipo, por edad y liderazgo.
“Después de tanta emergencia sanitaria, del tiempo encerrados, de tanto covid, poder jugar las finales con público y ganar como locales el campeonato fue increíble”, relata, quien con el rufinense Duilio Birindelli cerraron 3 a 2 la final de la Serie B ante Livorno para sumar otra alegría en su extenso recorrido azzurro para convertirse en uno de esos basquetbolistas preferidos de cualquier entrenador.
“Llevo la mitad de mi vida en Italia. Pero todavía recuerdo esos años en los que realizábamos los campus en Argentina y venían a observarnos desde Italia, porque buscaban a jugadores con proyección pero también con la chance de obtener la ciudadanía. Arrancamos 70 y nos hacían un seguimiento año a año desde los 15, iban viendo la evolución”, recuerda Sebastián, quien reconoce a la distancia que inconciencia de la juventud fue un factor determinante para meter un par de cosas en el bolso y animarse: “Me subí al avión sin temor. Quería hacerlo. Era la cabeza de un chico de 18 años apasionado por el básquet que quería seguir su sueño e intentar la aventura. Hoy diría que fui un ‘loquito’ porque soy padre y la verdad no sé cómo hicieron mis viejos para dejarme ir”.
“Eran otros tiempos, sin internet, sin celulares. Eran llamadas por teléfono fijo y en mi caso desde una cabina. Llamaba a Argentina cada diez días y si esa vez no estaba alguno de mi familia en casa, por ahí no tenía contacto en un mes”, recuerda Vico vía whatsapp. Está claro que los tiempos cambiaron y hoy la familia lo puede ver besar la Copa, subirse al aro o romperla en un partido en vivo desde un teléfono.
Que los argentinos son buscados en todo el mundo no es novedad, pero Vico descree de la “garra argentina” y le encuentra una explicación más simple: “No creo en esa frase, sino en el orgullo y el esfuerzo extra que ponemos para rendir, porque persiguiendo nuestro sueño estamos a 14 mil kilómetros de casa, venimos sin familia, a soportar el desarraigo y entonces defendemos esta oportunidad, nos sacrificamos más para que valga la pena”.
Pero Vico tuvo un pasado en tierra santafesina, en los rectángulos provinciales con la camiseta de Unión de Santo Tomé, la de la Asociación Santafesina y la de la Federación. “Hay un dirigente de la Asociación que cada vez que se encuentra con mi viejo o mi hermano se acuerda de una final de cadetes que perdimos en Rosario y en la que la cancha estaba llena y los rosarinos me aplaudieron a pesar de jugar para el rival”, rememora Sebastián, quien ese año tuvo otras dos buenas experiencias: “Ese año también estuve en la selección de juveniles con Gachi Ferrarri de entrenador y salimos campeones. Y también pude estar en el Argentino de cadetes con el seleccionado de la provincia”.
Para el escolta santotomesino el día a día de la vida en Argentina es motivo de añoranza, pero reconoce que su vida y su carrera está hecha en Italia y se muestra agradecido con lo que tocó en suerte: “Mi familia y mis amigos siempre están conmigo, dando una mano, apoyando. Como es lógico se extrañan los seres queridos, comer un asado con ellos, disfrutar de un fernet con los amigos. Me casé con una italiana, tenemos una hija y en pocos días llega el segundo. Le encanta Argentina”.
Y el jugar en el país es una cuenta pendiente que cree que quedará en el rincón de los imposibles: “Me hubiese gustado mucho jugar en la Liga Argentina pero me vine de muy chico y mi lugar es acá. Me hice un nombre conocido en la serie B y en A2. Hoy a los 35 es imposible”.
Copa en mano, abrazo con el presidente del club, y miradas y flashes que apuntan a Vico. De Santo Tomé a Piacenza, del pibe que se lanzó a la aventura al hombre de familia que se afincó en Italia y hoy festeja una temporada impresionante.
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